Rompiendo barreras contra la discapacidad
Artículo tomado de un diario de Córdoba. Lunes 11 de octubre de 2010.
Durante cuatro días, del 7 al 10 de este mes, más de 180 personas realizaron grupos de discusión, talleres y actividades recreativas como desde hace doce años, esta vez bajo el lema “Superando Barreras”. Son las “XII Jornadas de Reflexión” organizadas por la Red Fundación Encuentros de Icho Cruz, con participantes de distintos puntos del país. La mayoría son jóvenes y adultos con discapacidad intelectual que demostraron que pueden superar los límites que impone su diagnóstico. Gastón es un ejemplo: tiene 35 años, es Síndrome de Down y trabaja “en blanco” en un supermercado de la ciudad desde hace más de diez años. “Nunca pensé que Gastón pudiera trabajar, que pudiera aprender a leer, a usar una computadora, esto es una alegría inmensa para mí”, cuenta su mamá, Betty Ompré.
Delia Lozano, coordinadora de la Fundación, revela la esencia de las jornadas: “Tienen como particularidad que se realizan junto a personas que tienen discapacidad intelectual y nuestra reflexión se centra en escuchar lo que los jóvenes y adultos dicen que les pasa, lo que dicen que sienten y en función de eso empezar a pensar qué estamos haciendo los padres y los profesionales junto a ellos”. Después, sintetiza: “Los maestros son ellos, nosotros, aprendemos”. La discapacidad intelectual es la que afecta a la inteligencia operativa; “es la que nos sirve para sumar y restar, aprender a leer y escribir, resolver situaciones abstractas", explica la licenciada y aclara: “la mayoría de las veces las otras inteligencias no están para nada afectadas”.
“El día que la inclusión sea plena desaparecerá el término discapacidad”, se lee en la remera de Pancho. Tiene 15 años, parálisis cerebral y problemas de motricidad, y nada a río abierto en el Paraná. Además, va a un colegio técnico y practica taekwondo. Lozano reflexiona al respecto: “Pancho nos demuestra que hay que animarse a soñar con las posibilidades de los jóvenes, que el futuro no está limitado por el diagnóstico que tienen, sino por cómo nos manejemos con ellos”.
Las jornadas cierran con las destrezas musicales de algunos de los chicos presentes. La sala clama por “Sarita”, que se acerca al escenario, guitarra en mano, y canta “Color esperanza” de Diego Torres. Uno a uno se van levantando sus compañeros y la acompañan a coro. Sara tiene autismo, prácticamente no habla, pero desde hace algunos años se comunica por medio de la música y el arte.